El agua que existe en nuestro planeta es finita y cambia constantemente de estado y de lugar, pero siempre es la misma, desde que se creó. ¡Esto quiere decir que el agua que bebían los dinosaurios es la misma que el agua que ves cuando abres el grifo de tu casa!

Por lo tanto, si el agua es siempre la misma, es un recurso finito porque, aunque no te lo creas, ¡no podemos fabricarla de forma artificial!

Y por eso es también muy importante no contaminarla, ya que una gota de agua contaminada no podrá cumplir las importantes funciones que realiza a lo largo de su viaje, a lo largo del ciclo hidrológico.

Además de ser un recurso finito, que se termina, el agua es un recurso escaso. Pero ¿cómo puede ser escasa con todos los litros y litros de agua que tienen los océanos?

Porque la gran mayoría del agua de la Tierra (el 96,5 %) es salada y, del 3,5 % que es dulce, la gran mayoría está en forma de hielo o de agua subterránea. Sólo una pequeñísima cantidad de agua dulce se encuentra en la superficie de la tierra en forma líquida, en nuestros ríos y arroyos.